Tenía que salir corriendo o no llegaría a tiempo a la
reunión. Había empezado con mucha antelación a arreglarme porque tenía que
dominar mi rizada melena para hacerla parecer cuidada y peinada pero me había
llevado mucho tiempo, demasiado.
La decisión de pasarme un día de estos por la peluquería y
tomar una medida drástica era un hecho después de ver el resultado obtenido,
más o menos como cuando me levanté
esa misma mañana, todo un desastre sin control y un caos desmarañado.
Me vestí de manera elegante pero informal, no debía parecer
demasiado seria ni que pareciese
que acababa de salir de una fiesta o un coctel.
Un pantalón negro de sastre con un blusón de flores
transparente era perfecto poniendo debajo una camiseta claro, sino esas trasparencias
iban a ser muy evidentes y provocativas. Unas sandalias de tacón y un bolso
colgado eran el complemento perfecto.
El resultado me gustaba, siempre y cuando no me fijase en el
pelo, así que decidí no mirarme más total ya no podía hacer nada y el tiempo se
me echaba encima. Metí un coletero en el bolso, por si me hartaba de la melena
ponerme una coleta y sin más salí de casa.
Bajé en el ascensor al garaje intentando no mirarme en el
horrible espejo interior que tiene el don de que si tienes un defecto te lo multiplica
por veinticinco, por ejemplo, un granito se hace tan evidente que cuando llegas
abajo es lo único que ves en él.
Intenté entretenerme buscando la llave del coche y lo conseguí, conseguí llegar sin mirarme en el espejo pero no fui capaz de encontrar la llave de mi flamante BMW nuevo y tuve que subir de nuevo a casa.
Intenté entretenerme buscando la llave del coche y lo conseguí, conseguí llegar sin mirarme en el espejo pero no fui capaz de encontrar la llave de mi flamante BMW nuevo y tuve que subir de nuevo a casa.
Busqué en todos los sitios donde podría haberlas puesto y nada.
Busqué la llave de repuesto pero no logré recordar donde la había escondido
para los casos de emergencia. Me sentía tan idiota y tan enfadada que no era
capaz de pensar. El tiempo se me echaba encima y ya quedaba menos de media
hora.
Llamé a mi hermano que acababa de sacarse el carnet y usaba
mi antiguo utilitario. Lo tenía estacionado muy cerca así que llegaría en menos
de cinco minutos. Me esperó para entregarme la llave y sin darle ni una
explicación y sin pedirla porque me conoce bien y sabe que es mejor dejarme en
paz, me monté en el coche y arranqué sin mirar atrás. Ya se lo recompensaría
después.
Llegué hasta el primer semáforo y como no, estaba en rojo. A
mi lado había un coche altísimo y acostumbrada a mi nuevo coche bastante más
alto que un Renault Laguna, que era en el que iba, todos los coches eran
altísimos así que me quedé mirando. Fue entonces cuando me fijé en él, un
morenazo, con media melena y traje oscuro, que me miraba fijamente.
Momentos antes había estado hablando yo sola maldiciendo al
semáforo y hablándole como si me pudiese escuchar. Supongo que me oyó o vio mis
aspavientos cuando cambió a rojo. Era evidente que era así por la sonrisa tan
estúpida que tenía dibujada en su cara y por lo visto se lo estaba contando a
su acompañante porque primero se veía una cabecita intentando asomarse para
verme desde el asiento del conductor, después aparecieron los hombros y el resto de la mitad de su cuerpo se
arrastraba por encima del copiloto, debió ser muy divertida la escena, para merecer tanto esfuerzo.
La persona que había
al otro lado era una mujer joven. Muy obviamente una mujer joven. No había
manera posible de confundirla con
un hombre joven en ningún lenguaje, especialmente en Braille.
Sus enormes tetas aparecieron por la ventana, mientras el
morenazo se hundía en el asiento para que ella pudiese verme y se oyeron
sonoras carcajadas de los dos ante algún jocoso comentario, que yo no llegué a oír.
El semáforo cambió a verde y entre lo nerviosa que estaba y
lo que acababa de ver, mi enfado aumentó a niveles insospechados. Saqué el dedo
corazón por la ventana mientras pegaba un acelerón al coche y salía disparada.
Yo, la mujer tranquila, me estaba comportando como una
macarra poligonera y me dio un poco vergüenza de mi misma verme con ese gesto
en mi mano, pero estaba tan enfadada que en ese momento era lo que me pedía el
cuerpo.
Aceleré porque si conseguía que no me pillasen muchos
semáforos en rojo aún tenía tiempo de llegar. Me arriesgaría a una multa pero
la reunión bien merecía la pena ya que me estaba jugando un ascenso y si mi
proyecto era aceptado, de lo cual estaba completamente segura, mi vida
cambiaría por completo. Daba igual una o dos multas, incluso todos los puntos
que quisieran quitarme.
Logré pasar en ámbar dos de ellos y a mi paso los bocinazos
eran cada vez más audibles y constantes, aumenté la velocidad zigzagueando
entre los coches, como si se tratase de un rally, si me pillaba la policía se
me iba a caer el pelo.
El tercer semáforo era enorme y muy muy rojo, el más rojo
que había visto nunca, no podía saltármelo y comencé a frenar. Fue entonces
cuando lo vi.
El coche del primer semáforo venía justo detrás de mi y se
colocó al lado en la misma posición. Mientras llegaba vi como bajaba la
ventanilla y yo hice lo mismo.
El morenazo ya no tenía la estúpida sonrisa sino más bien
cara de enfado, sería un sensible y mi gesto le había ofendido.
Lo que vino después es mejor no contarlo al pie de la letra
y resumiendo rápidamente yo le veía vocalizar pero no entendía nada, solo
frases sin sentido, algo de una placa, de una denuncia, que tenían la matricula
y que habían grabado mi carrera a lo largo de toda la avenida. Eso lo entendí
bien.
Mi cabreo aumentaba y notaba como la sangre subía hasta mi
cabeza, para caer hasta los pies a una velocidad de vértigo. Los minutos corrían
y yo perdería mi oportunidad de ascender.
Me bajé del coche y me sorprendió no llevar el cinturón
puesto, las prisas no son buenas para nada. El morenazo blandía una libreta
mientras seguía gritándome y la acompañante cacareaba sin parar, no le entendía
lo que decía solo se oía su incesantes y desagradables graznidos.
Me acerqué y le arranqué la libreta de la mano lanzándola
con furia al otro lado de la calle. Le agarré del pelo echándole la cabeza
hacia atrás con fuerza. Era un tío guapo y los ojos los tenía muy bonitos. Se
los pude ver muy bien porque los abrió desmesuradamente sorprendido por lo que
le estaba sucediendo. No me dio tiempo a darle un guantazo porque reaccionó y
me sujetó las manos mientras intentaba salir del coche. Salió.
Era altísimo, ni con tacones le llegaría hasta ningún sitio,
la batalla estaba perdida de antemano así que, ni siquiera lo intenté. Mis
brazos cayeron a lo largo de mi cuerpo en señal de derrota, era una situación
tan absurda que casi le ofrezco las muñecas para que me esposase.
La mujer seguía gritando cada vez más alto y más rápido
desde dentro del coche. Los dos nos dimos la vuelta y le gritamos a la vez que
se callase. Le dije algo más pero no recuerdo el qué.
Se llevó la mano a la chaqueta y sacó una cartera, la abrió
y allí estaba, una flamante y brillante placa de policía. Levanté los brazos y entonces si le ofrecí
las muñecas.
La sonrisa divertida volvió a aparecer en su rostro.
La gente se arremolinaba y una mano amiga le devolvió al
morenazo policía la libreta que aún no entiendo porqué volvía mojada. Hacía
meses que no llovía.
Cogió otra de la guantera del coche y comenzó a solicitar
mis datos. Cuando fue consciente de que estábamos obstaculizando el tráfico, el
atasco era monumental, apartamos los coches a un lado y mientras la guardia
urbana se disponía a desenmarañar aquel caos, tranquilamente y en una terraza
rellenaba mi denuncia.
Ya estaba todo perdido, así que me relajé, me até una coleta
y contesté a todo lo que me preguntaba. Hubo un momento en que apartó uno de
mis desobedientes rizos de mi cara, cosa que me sorprendió y a él también.
Terminamos enseguida ya que solo fue cuestión rellenar el
papeleo con los datos personales y antes de que el atasco fuese solucionado.
Monté en el coche y mientras me iba vi que me hacía señales con la mano, que
majo, me estaría diciendo adiós.
Seguí mi camino hacia la reunión aunque solo fuese para
pedir disculpas por no haber podido llegar a tiempo. Era ya muy tarde así que aparqué
tranquilamente y me dirigí hacia la sala de reuniones.
Al llegar al piso mi sorpresa fue monumental al ver a todos
en la puerta tomando café. La reunión no había comenzado porque la mitad de los
consejeros no habían llegado ya que estaban en un atasco en el centro. No
estaba todo perdido.
Pasados unos días me llegó la multa. Parecía la lista de la
compra de fin de mes de una familia numerosa.
INFRACCIONES COMETIDAS:
1-
Velocidad excesiva y conducción temeraria por el centro de la ciudad
agravado por tratarse de un conductor novel. ( llevaba la placa correctamente
puesta en el cristal posterior)
2-
Pasar dos semáforos en ámbar, con el
consiguiente riesgo para los demás conductores.
3-
Hacer gestos obscenos a otro conductor.
4-
Conducir sin el cinturón de seguridad puesto.
5-
Bajarse del auto interrumpiendo la circulación
en hora punta. Provocando un atasco que tardó horas en solucionarse.
6-
Agresión a un agente de la autoridad y
destrucción de pruebas.
7-
Agresión a una ciudadana que estaba
tranquilamente tomando algo en una terraza y a la cual le cayó encima la
libreta tirándole la bebida rompiendo el vaso y provocándole cortes en la mano
con el vidrio.
8-
Llamar “cacatua tetona” a una agente de la
autoridad.
ATENUANTES DE LAS INFRACCIONES:
1-
Ser tan guapa , fresca y salvaje
2-
Tener el pelo tan enmarañado y rizos tan
terriblemente encantadores y rebeldes
3-
Mi compañera se lo merecía y lo es.
4-
Hacía mucho tiempo que no me reía tanto
5-
Las multas tendrás que pagarlas, pero me
gustaría invitarte a cenar. Me teléfono es XXXXXXXXXX
(aparece así por razones de seguridad jajaja)
6-
La multa real te llegará en unos días.
7-
Espero ansioso tu respuesta.
Att – XXXXXXX ( también por seguridad, cotillas)
ISABELLE LEBAIS