Esta soy yo, son mis pensamientos, mis ilusiones, mis sueños en definitiva, os presento mi mundo, que espero que os guste y seáis muy felices en mi pequeño rincón de la fantasía y la magia...

lunes, 25 de febrero de 2013

LAS LÁMPARAS MARAVILLOSAS



LAS LÁMPARAS MARAVILLOSAS...

Los preparativos de la boda, les había llevado muchos meses, pero el esfuerzo había merecido la pena, todo salió perfecto la ceremonia, el banquete y la fiesta posterior.
Cuando volvieron del maravilloso viaje, dedicaron los primeros días a ver los regalos de los familiares ya que antes de viajar no les había dado tiempo.
Los regalos los tenían en una habitación y cada uno en su caja, con el nombre de la persona que les había agasajado. María cogió uno de los paquetes más grandes era el de su tía Maruja, la hermana mayor de su madre a la que le tenía un especial cariño, ya que era la que se había encargado de cuidar a su madre, bastante más pequeña que ella, así que casi la consideraba como si fuese su abuela.
Estaba muy emocionada mientras abría el regalo y entre los papeles y antes de descubrirlo, apareció un sobre lleno de dinero. Lo abrieron y María se emocionó ya que sabía lo que le había costado a su tía Maruja ahorrar toda aquella cantidad de dinero para regalárselo a ellos.
 Tenían que agradecérselo de una manera especial, la invitarían a pasar algún día con ellos, ya que aún no había vuelto al pueblo.
Siguieron abriendo el paquete y lo que apareció allí es muy difícil de explicar. Dos lamparitas de mesilla, lo dedujeron por los enchufes que colgaban de ellas, hasta ahí todo normal. Tratar de explicar algo más, es casi imposible, no tenían una forma definida, eran de mil colores y al sacarlas, lo que parecían tulipas normales, dejaron de serlo al descubrirlas enteras. Eran horribles.
Intentaron por todos los medios encontrar palabras para definirlas, pero fue imposible. Carlos no decía nada, por no ofender a María, pero fue ella la primera que lo dijo:
-       Yo quiero mucho a mi tía Maruja, pero… esto no hay donde ponerlo, ¿ Dónde habrá comprado esto? ¡Dí algo! ¿No?.
-       Yo… era por no ofender, pero de verdad cariño, que son horribles.
-       Bueno, nada, se guardan y listo, mañana mismo vamos a comprar unas, que vayan bien con la habitación.
Terminaron de ver el resto de los regalos, y llamaron a su tía para que fuese a comer con ellos el día que ella quisiese.
Compraron unas lamparitas monísimas muy acordes con la habitación y que se integraban perfectamente en la decoración.
Una mañana llamó Maruja, que ese mismo mediodía iba a pasarse por su casa, pero que no se quedarían a comer allí sino que irían a un restaurante cercano.
Tuvieron toda la mañana para recoger y limpiar la casa, recordaron las lámparas que aún estaban en el embalaje y fue Carlos el encargado de colocarlas en las mesillas cambiándolas por las suyas. Desentonaban estrepitosamente en la habitación, siendo lo único que se veía al entrar ya que lograban que se centrase la atención sobre ellas, por lo exagerado de su fealdad. Echó un último vistazo y cerró la puerta de la habitación. Ya estaba todo listo. Maruja ya podía ir a verles.
Llegó la buena mujer, muy emocionada por poder ver la casa de su niña, que era así como llamaba a María y esta, muy orgullosa, le enseñó todos los rincones mostrándole cada detalle, mientras la llevaba del brazo. El dormitorio lo dejó para el final.
Llegaron hasta la puerta y con mucha solemnidad la invitó a pasar para que viese sus lamparitas. Maruja se emocionó al verlas, a ella le encantaban, se acercó para  colocar una de ellas bien, ya que estaba del revés. María le miró a Carlos con una mirada fulminante y este se encogió de hombros. En un alarde de espontaneidad, y como estaba al lado del interruptor, le dijo a su tía.
-       Mire tía, y encendidas son más bonitas aún.
Encendió el interruptor. Las miradas se cruzaron, el ambiente en la habitación se crispó hasta límites insospechados, la tensión se podía cortar con cuchillo y nadie decía nada, nadie se atrevía a decir nada, solo se miraban. Carlos y María querían desaparecer, que la tierra se los tragase.
La luz se había encendido debajo de la cama.