Esta soy yo, son mis pensamientos, mis ilusiones, mis sueños en definitiva, os presento mi mundo, que espero que os guste y seáis muy felices en mi pequeño rincón de la fantasía y la magia...

jueves, 23 de abril de 2015

LOS MÍOS ESTÁN TRISTES



LOS MÍOS ESTÁN TRISTES

 Jueves noche, día de salir al pintxo- pote ( en los bares con la consumición te ponen un pintxo). Un día amable entre semana preludio del fin de semana, pero me había enfadado con mi novio y estaba en casa bastante aburrida. Había comenzado a leer el libro " Un nuevo amanecer", que con tanto cariño me había mandado mi amiga Kary, la autora, en cuanto salió a la venta y una frase llamó mi atención.

 "Logré ver el brillo de mis ojos al maquillarme frente al espejo, ahora entendía cuando decían que una mujer después de hacer el amor lucía radiante".

 Dejé el libro a un lado y me dirigí al espejo de mi habitación. Me miré detenidamente y tuve que dar la razón a mi amiga. Yo no estaba radiante. Los míos estaban tristes. 
Tenía que tomar una decisión, quedarme apenada y triste en casa era una pérdida de tiempo y mis ojos merecían brillar y ya lo creo que iban a brillar. 
Me duché, me puse monísima y salí a la calle a comerme el mundo. Ligué con un chico guapísimo que era perfecto para mis planes, aunque no tenía mucha conversación, tenía un cuerpo de escándalo, y por primera vez en mi vida lo llevé a mi casa en cuando acabó la fiesta. 
Tuvimos sexo salvaje. (otro mes os cuento los detalles...). Acabamos agotados. 
A la mañana siguiente mi cabeza latía como si el corazón hubiese subido hasta allí arriba y cuando me acerqué al espejo, lo que vi no fue que mis ojos brillasen, ni mucho menos, apenas podía fijar la vista en ellos pero lo unico claro era que, seguían sin brillar.
Frente a aquél espejo llegué a una gran conclusión.
No me hicieron el amor, no fue más que sexo y eso no hace resplandecer a una mujer ni a sus ojos. 
Me duché para quitarme esa sensación de suciedad, desayuné y me dispuse a leer el libro, aunque fuese una historia inventada, había amor.

 ISABELLE LEBAIS

martes, 17 de marzo de 2015

DUELE DEMASIADO


DUELE  DEMASIADO


El camarero me entregó el café con leche templado que le había pedido y me dirigí a la mesa habitual. Me encontraba en la cafetería que está frente a la universidad, cada vez que mi tiempo me lo permitía me acercaba hasta allí, no tanto para recordar los buenos momentos que pasé hace miles de años, como para rodearme de aquel bullicio divertido de la juventud.
El ambiente que se respiraba no lo había encontrado en ningún otro sitio y era una buena manera de pasar mis horas de ocio, que no eran muy abundantes ya que mi tedioso trabajo de oficina ocupaba gran parte de mi vida.
Me sentaba allí a observar y a escuchar a los grupos de jóvenes universitarios mientras tomaba un café. A lo largo del curso lectivo casi podía saludarlos por sus nombres y no pocas veces me dieron ganas de preguntarles como les había ido tal o cual cosa sobre las que les había oído hablar algún día anterior, pero no lo hice nunca.
Había un grupo en concreto que llamaba mi atención, eran tres chicas y cinco chicos.
Los temas sobre los que discutían eran diversos y profundos, cargados de argumentos muy válidos en general, eran unos soñadores y sabían cómo resolver los problemas del hambre en el mundo los de amor del vecino de al lado o los financieros de su barrio. Me hacían sonreír muchas veces.
Hoy llamó mi atención una de las chicas que por lo general iba muy bien arreglada, y siempre se reía con una carcajada muy contagiosa, justo por todo lo contrario, no iba maquillada y muy despeinada. Las ojeras muy pronunciadas y oscuras, como atuendo un chándal que bien podía haberlo llevado puesto durante una semana completa. Me costó reconocerla cuando entró y creo que a sus amigos también les causó la misma impresión, por los comentarios que oí a su llegada.
Se sentó con un café doble bien cargado, acto seguido pidió silencio a sus compañeros y comenzó a hablar casi en susurros, por lo que no pude oír nada, casi me levanto y me siento con ellos pero me contuve. Solo pude oír las protestas de los chicos que no estaban de acuerdo o algo les había molestado de lo que su compañera estaba contando porque comenzaron a recriminar  y casi a ridiculizar lo que había dicho la joven demacrada.
Vi como esta se enfadaba y levantándose de la silla a la vez que daba un sonoro golpe en la mesa y mirándoles desafiante a los ojos a cada uno de ellos les espetaba:
_ No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño.!!!!

Todos se quedaron callados, creo que toda la cafetería se quedó en silencio o al menos eso me pareció. Sus amigos se quedaron perplejos y yo tanto como ellos. No articularon palabra alguna mientras veían como recogía  su mochila y su café para sentarse en la mesa que estaba a mi lado. Se acomodó frente a la ventana, sacó su tablet y se puso a escribir.
No era mi intención pasar allí toda mi mañana libre, pero después de aquello, no podía marcharme sin saber que era lo que le estaba pasando a aquella joven.
Pasaron un par de horas en las que tomé otro café, un aperitivo y tres o cuatro cervezas, leí dos periódicos e hice un crucigrama mientras ella escribía sin parar a la vez que la expresión de su cara iba cambiando, si tuviese que explicar la sensación que me estaba produciendo al verla, yo diría que estaba vaciando su vida en aquel escrito, que la iba dejando allí a medida que tecleaba. No podía dejar de mirarla.
De pronto paró de escribir, me miró fijamente a los ojos un instante, de su mochila sacó una botella de agua y la puso en la mesa frente a ella.
Miraba aquel simple objeto con total devoción. La tocó con las yemas de los dedos acariciando suavemente su perfil, como se puede acariciar un rostro, una joya, una obra de arte o un frasco de veneno, como se puede acariciar en una declaración de amor una despedida o la confirmación de algo importante que va a suceder o que ha sucedido.
Suspiró profundamente, se levantó de la silla y con la tablet en una mano y la botella de agua en la otra se dirigió a la mesa de sus compañeros que dejaron la animada charla que sostenían al verla llegar.
Se puso frente a ellos y comenzó a leer lo suficientemente alto como para poder oírla perfectamente, poco a poco todo el mundo en la cafetería se fue callando para escuchar lo que aquella joven que parecía tan cansada les tenía que contar.
Habló de necesitar dinero para seguir estudiando, de un proyecto en un laboratorio, de aprovechar la experiencia para elaborar su tesis de fin de carrera, de los horrores que allí había visto y de las terribles pruebas a las que fue sometida durante el proceso.
Todos escuchábamos boquiabiertos, lo que aquella personita que parecía menguar más y más a medida que iba leyendo su historia, nos quería demostrar.
Había acabado su tesis, fue al decir esto en el único momento en que sonrió, fue una sonrisa amarga, de derrota, no había satisfacción ninguna en ella.
Sus amigos en ese momento asintieron y uno de ellos con tono burlón, a pesar de la situación, dijo:
_ Por fin, te convenciste de que no existen?
Ella le miró fijamente, con una mirada incrédula, no habían entendido nada, no comprendían nada...
Sintió como le fallaban las fuerzas y cada vez le costaba más seguir en pie y no desmayarse  
Abrió la botella del agua, les miró a todos de uno en uno y con un susurro dijo lo que le hubiese gustado gritar y no pudo.
_Existen, existimos, pero duele demasiado..
Levantó el brazo y se echó el agua por encima.
Lo que presenciamos en aquel instante no podremos olvidarlo jamás. 
Aquella desaliñada chica cayó desplomada al suelo, ya que su enorme cola de pez irisada no la sostenía en pie, su rostro se tornó hermoso y lleno de vida. Su hermoso cabello cayó en una cascada de rizos perfectos sobre su torso.
No dábamos crédito a lo que estábamos viendo, era un ser verdaderamente hermoso. Nos miraba con ojos curiosos, estudiando nuestra reacción al verla en lo que se había convertido. Esa mirada se fue tornando en preocupación, fue cuando vi como a los lados del cuello sus branquias luchaban por conseguir el oxígeno  que necesitaba para vivir.
Me miró y negó con la cabeza levemente mientras que con la voz más dulce que jamás he escuchado, cantó una canción mientras su vida se iba apagando a medida que las notas se perdían en el aire, el mismo aire que la estaba matando.
En la mesa su tablet con el relato escrito rato antes con el título enorme en morado:
LAS SIRENAS EXISTEN, YO LO SÉ.

Isabelle Lebais











lunes, 20 de octubre de 2014

PRISAS



Tenía que salir corriendo o no llegaría a tiempo a la reunión. Había empezado con mucha antelación a arreglarme porque tenía que dominar mi rizada melena para hacerla parecer cuidada y peinada pero me había llevado mucho tiempo, demasiado.
La decisión de pasarme un día de estos por la peluquería y tomar una medida drástica era un hecho después de ver el resultado obtenido, más  o menos como cuando me levanté esa misma mañana, todo un desastre sin control y un caos desmarañado.
Me vestí de manera elegante pero informal, no debía parecer demasiado seria  ni que pareciese que acababa de salir de una fiesta o un coctel.
Un pantalón negro de sastre con un blusón de flores transparente era perfecto poniendo debajo una camiseta claro, sino esas trasparencias iban a ser muy evidentes y provocativas. Unas sandalias de tacón y un bolso colgado eran el complemento perfecto.
El resultado me gustaba, siempre y cuando no me fijase en el pelo, así que decidí no mirarme más total ya no podía hacer nada y el tiempo se me echaba encima. Metí un coletero en el bolso, por si me hartaba de la melena ponerme una coleta y sin más salí de casa.
Bajé en el ascensor al garaje intentando no mirarme en el horrible espejo interior que tiene el don de que si tienes un defecto te lo multiplica por veinticinco, por ejemplo, un granito se hace tan evidente que cuando llegas abajo es lo único que ves en él.
Intenté entretenerme buscando la llave del coche y lo conseguí, conseguí llegar sin mirarme en el espejo pero no fui capaz de encontrar la llave  de mi flamante BMW nuevo y tuve que subir de nuevo a casa.
Busqué en todos los sitios donde podría haberlas puesto y nada. Busqué la llave de repuesto pero no logré recordar donde la había escondido para los casos de emergencia. Me sentía tan idiota y tan enfadada que no era capaz de pensar. El tiempo se me echaba encima y ya quedaba menos de media hora.

Llamé a mi hermano que acababa de sacarse el carnet y usaba mi antiguo utilitario. Lo tenía estacionado muy cerca así que llegaría en menos de cinco minutos. Me esperó para entregarme la llave y sin darle ni una explicación y sin pedirla porque me conoce bien y sabe que es mejor dejarme en paz, me monté en el coche y arranqué sin mirar atrás. Ya se lo recompensaría después.
Llegué hasta el primer semáforo y como no, estaba en rojo. A mi lado había un coche altísimo y acostumbrada a mi nuevo coche bastante más alto que un Renault Laguna, que era en el que iba, todos los coches eran altísimos así que me quedé mirando. Fue entonces cuando me fijé en él, un morenazo, con media melena y traje oscuro, que me miraba fijamente.
Momentos antes había estado hablando yo sola maldiciendo al semáforo y hablándole como si me pudiese escuchar. Supongo que me oyó o vio mis aspavientos cuando cambió a rojo. Era evidente que era así por la sonrisa tan estúpida que tenía dibujada en su cara y por lo visto se lo estaba contando a su acompañante porque primero se veía una cabecita intentando asomarse para verme desde el asiento del conductor, después aparecieron los hombros y el resto de la mitad de su cuerpo se arrastraba por encima del copiloto, debió ser muy divertida la escena, para merecer tanto esfuerzo.
La persona que había al otro lado era una mujer joven. Muy obviamente una mujer joven. No había manera posible  de confundirla con un hombre joven en ningún lenguaje, especialmente en Braille.
Sus enormes tetas aparecieron por la ventana, mientras el morenazo se hundía en el asiento para que ella pudiese verme y se oyeron sonoras carcajadas de los dos ante algún jocoso comentario, que yo no llegué a oír.
El semáforo cambió a verde y entre lo nerviosa que estaba y lo que acababa de ver, mi enfado aumentó a niveles insospechados. Saqué el dedo corazón por la ventana mientras pegaba un acelerón al coche y salía disparada.
Yo, la mujer tranquila, me estaba comportando como una macarra poligonera y me dio un poco vergüenza de mi misma verme con ese gesto en mi mano, pero estaba tan enfadada que en ese momento era lo que me pedía el cuerpo.
Aceleré porque si conseguía que no me pillasen muchos semáforos en rojo aún tenía tiempo de llegar. Me arriesgaría a una multa pero la reunión bien merecía la pena ya que me estaba jugando un ascenso y si mi proyecto era aceptado, de lo cual estaba completamente segura, mi vida cambiaría por completo. Daba igual una o dos multas, incluso todos los puntos que quisieran quitarme.
Logré pasar en ámbar dos de ellos y a mi paso los bocinazos eran cada vez más audibles y constantes, aumenté la velocidad zigzagueando entre los coches, como si se tratase de un rally, si me pillaba la policía se me iba a caer el pelo.
El tercer semáforo era enorme y muy muy rojo, el más rojo que había visto nunca, no podía saltármelo y comencé a frenar. Fue entonces cuando lo vi.
El coche del primer semáforo venía justo detrás de mi y se colocó al lado en la misma posición. Mientras llegaba vi como bajaba la ventanilla y yo hice lo mismo.
El morenazo ya no tenía la estúpida sonrisa sino más bien cara de enfado, sería un sensible y mi gesto le había ofendido.
Lo que vino después es mejor no contarlo al pie de la letra y resumiendo rápidamente yo le veía vocalizar pero no entendía nada, solo frases sin sentido, algo de una placa, de una denuncia, que tenían la matricula y que habían grabado mi carrera a lo largo de toda la avenida. Eso lo entendí bien.
Mi cabreo aumentaba y notaba como la sangre subía hasta mi cabeza, para caer hasta los pies a una velocidad de vértigo. Los minutos corrían y yo perdería mi oportunidad de ascender.
Me bajé del coche y me sorprendió no llevar el cinturón puesto, las prisas no son buenas para nada. El morenazo blandía una libreta mientras seguía gritándome y la acompañante cacareaba sin parar, no le entendía lo que decía solo se oía su incesantes y desagradables graznidos.
Me acerqué y le arranqué la libreta de la mano lanzándola con furia al otro lado de la calle. Le agarré del pelo echándole la cabeza hacia atrás con fuerza. Era un tío guapo y los ojos los tenía muy bonitos. Se los pude ver muy bien porque los abrió desmesuradamente sorprendido por lo que le estaba sucediendo. No me dio tiempo a darle un guantazo porque reaccionó y me sujetó las manos mientras intentaba salir del coche. Salió.
Era altísimo, ni con tacones le llegaría hasta ningún sitio, la batalla estaba perdida de antemano así que, ni siquiera lo intenté. Mis brazos cayeron a lo largo de mi cuerpo en señal de derrota, era una situación tan absurda que casi le ofrezco las muñecas para que me esposase.
La mujer seguía gritando cada vez más alto y más rápido desde dentro del coche. Los dos nos dimos la vuelta y le gritamos a la vez que se callase. Le dije algo más pero no recuerdo el qué.
Se llevó la mano a la chaqueta y sacó una cartera, la abrió y allí estaba, una flamante y brillante  placa de policía. Levanté los brazos y entonces si le ofrecí las muñecas.
La sonrisa divertida volvió a aparecer en su rostro.
La gente se arremolinaba y una mano amiga le devolvió al morenazo policía la libreta que aún no entiendo porqué volvía mojada. Hacía meses que no llovía.
Cogió otra de la guantera del coche y comenzó a solicitar mis datos. Cuando fue consciente de que estábamos obstaculizando el tráfico, el atasco era monumental, apartamos los coches a un lado y mientras la guardia urbana se disponía a desenmarañar aquel caos, tranquilamente y en una terraza rellenaba mi denuncia.
Ya estaba todo perdido, así que me relajé, me até una coleta y contesté a todo lo que me preguntaba. Hubo un momento en que apartó uno de mis desobedientes rizos de mi cara, cosa que me sorprendió y a él también.
Terminamos enseguida ya que solo fue cuestión rellenar el papeleo con los datos personales y antes de que el atasco fuese solucionado. Monté en el coche y mientras me iba vi que me hacía señales con la mano, que majo, me estaría diciendo adiós.
Seguí mi camino hacia la reunión aunque solo fuese para pedir disculpas por no haber podido llegar a tiempo. Era ya muy tarde así que aparqué tranquilamente y me dirigí hacia la sala de reuniones.
Al llegar al piso mi sorpresa fue monumental al ver a todos en la puerta tomando café. La reunión no había comenzado porque la mitad de los consejeros no habían llegado ya que estaban en un atasco en el centro. No estaba todo perdido.
Pasados unos días me llegó la multa. Parecía la lista de la compra de fin de mes de una familia numerosa. 

INFRACCIONES COMETIDAS:

1-    Velocidad excesiva y conducción temeraria por el centro de la ciudad agravado por tratarse de un conductor novel. ( llevaba la placa correctamente puesta en el cristal posterior)
2-    Pasar dos semáforos en ámbar, con el consiguiente riesgo para los demás conductores.
3-    Hacer gestos obscenos a otro conductor.
4-    Conducir sin el cinturón de seguridad puesto.
5-    Bajarse del auto interrumpiendo la circulación en hora punta. Provocando un atasco que tardó horas en solucionarse.
6-    Agresión a un agente de la autoridad y destrucción de pruebas.
7-    Agresión a una ciudadana que estaba tranquilamente tomando algo en una terraza y a la cual le cayó encima la libreta tirándole la bebida rompiendo el vaso y provocándole cortes en la mano con el vidrio.
8-    Llamar “cacatua tetona” a una agente de la autoridad.

ATENUANTES DE LAS INFRACCIONES:

1-    Ser tan guapa , fresca y salvaje
2-    Tener el pelo tan enmarañado y rizos tan terriblemente encantadores y rebeldes
3-    Mi compañera se lo merecía y lo es.
4-    Hacía mucho tiempo que no me reía tanto
5-    Las multas tendrás que pagarlas, pero me gustaría invitarte a cenar. Me teléfono es  XXXXXXXXXX  (aparece así por razones de seguridad jajaja)
6-    La multa real te llegará en unos días.
7-    Espero ansioso tu respuesta.

Att – XXXXXXX ( también por seguridad, cotillas)


ISABELLE LEBAIS








martes, 16 de septiembre de 2014

ATERRIZANDO EN LA REALIDAD











Aquellas vacaciones eran diferentes a las que habíamos tenido hasta entonces, nos encontrábamos en un maravilloso hotel de lujo en el Caribe.
Ya en el aeropuerto comenzaron las sorpresas.
Yo no estaba muy conforme con el viaje desde el principio, pienso que para ir a un buen hotel no hace falta viajar doce horas en avión, pero Javier insistió hasta la saciedad en que era una buena oportunidad de ver otros países y acabé accediendo sólo por no oírle, total, el sol lo tenía asegurado y era lo que más me importaba, descansar y el sol.
Llegó el día de la salida y estando en el aeropuerto Javier se encontraba nervioso, mirando a todos los lados tratando de encontrar a alguien, no quitaba la vista de la puerta de entrada.
De pronto le vi levantar la mano miré para ver a quién saludaba y la sangre se me fue toda a los pies.
Allí estaba Sofía, la explosiva secretaria de su jefe, despampanante mujer que llamaba la atención allí por donde fuese, contoneando todo su cuerpo sobre unas sandalias blancas con un tacón de vértigo, un legging negro y una blusa blanca y negra seguramente de seda, por como se movía al ritmo de sus pasos. El conjuntito no tenía desperdicio y menos con los complementos. Una Pamela blanca y un bolsito de mano que movía rítmicamente, todo se movía rítmicamente en aquella mujer.





Yo con mis vaqueros desgastados y mis Vans rosas a juego con una camiseta básica... una pena al lado de aquella diosa del glamour. Hasta las uñas las llevaba en blanco y negro.

Se acercó hasta nosotros con una amplia sonrisa, dentadura también perfecta, como no, toda ella era asquerosamente perfecta. La odié.

Javier no podía disimular su entusiasmo ni yo mi enfado, cuando me di cuenta de que ese era el motivo de tanta insistencia.

Sólo me relajé un poco cuando de detrás de ella apareció un hombrecillo, y digo hombrecillo no porque fuese bajito, sino porque estaba apagado y no se le veía detrás de la estrella.

No era un hombre feo, es màs guapo Javier pero curiosamente también dejó de brillar, deseché la idea de mi mente, no quería ver mi imagen descolorida al lado de Sofía.

Carlos me pareció muy amable y agradable al saludarme, no entiendo qué hacía con ella.

Montamos en el avión, justo al lado de ello. Entre tres azafatos, su marido y el mío subieron su equipaje de mano, mientras yo me las arreglaba sola con el mío y era empujada al lado de la ventanilla, allí escondida durante todo el vuelo sin poder siquiera echarle una mala mirada de reproche a Javier.

Dormí durante casi todo el viaje y no porque tuviese sueño sino por haberme tomado un par de tranquilizantes, para dejar de ver a mi marido babear por aquella zorra.

Llegamos al hotel a la hora de la cena, yo estaba sumida en una semiinconsciencia muy agradable y me preguntaba si también dormiríamos juntos los cuatro.

Me pareció oír que a Carlos le gustaba y practicaba la pesca en alta mar y que tenía todo listo para el día siguiente. Me animó a acompañarles, yo por supuesto decliné la invitación. ¡No me faltaba más!
Simulando una indisposición me retiré a la habitación sin ni siquiera mirar a Javier, que por primera vez fue consciente de mi enfado. Durmió en el sofá auxiliar.

Cuando  me desperté ya no estaba y eso que era muy temprano, me puse las zapatillas un short y una camiseta de tirantes y bajé a la  playa.

Al llegar al hall me tropecé con Carlos que al verme mostró una amplia y sincera sonrisa de bienvenida. 

__¡ Al final te has animado!

__ No, voy a dar un paseo

__¡Ah! pues Javier y Sofía están en nuestra habitación, tenían una videoconferencia con el jefe y no han podido venir. Me voy sólo. Si no te animas..

__Pues muchas gracias pero no, me mareo en alta mar __logré decir, mientras intentaba controlarme para no gritar a aquel infeliz que era tonto o se lo hacía. Por suerte llegaron a buscarle y se libró.

No sabía qué hacer, salí corriendo hacia la playa, era inmensa y las aguas más cristalinas que había visto nunca, pero no era momento de apreciar bellezas, estaba furiosa, mira que tener que venir al Caribe para ver en directo como mi marido me pone los  cuernos. ¡¡¡seré imbecil!!! 




Corrí como nunca, y cuando ya no pude màs, me quité la ropa y me metí en el mar, ese calor, ese color, esa arena, me hicieron sentir mucho mejor y me permitieron pensar màs fríamente en mi situación.

Decidí aprovechar las vacaciones y disfrutarlas, ya habría tiempo para dramas a la vuelta. En mi cabeza comenzó a sonar la canción de Alaska... 

"No quiero más dramas en mi vida..."

Canturreando volví al hotel. Subí a la habitación me puse el bikini, me lo quité, me puse una camiseta, busqué la tarjeta de crédito y bajé a la boutique del hotel.

Siempre me gustó "Prety woman", a quién no, y encima enfadada, ¡¡la tarjeta echaba humo!!

Sabía que cada vez que utilizaba la tarjeta le llegaba un mensaje al móvil así que le pedí a la dependienta que cobrase todo ¡¡por separado!!

Ya estaba lista para mis vacaciones. Elegí una mesa muy bien situada para observar el panorama, llamé al camarero y pedí un mojito.
Me acomodé en la cómoda hamaca y de mi preciosa nueva bolsa de playa saqué un nuevo libro que acababa de adquirir de Julia navarro y cuyo título me pareció muy apropiado para el momento actual. "Dispara yo ya estoy muerto".
Abrí una página al azar y una frase llamó mi atención como si estuviese escrita en rojo fuego, fue tan intensa la visión que la leí en alto.

_ "Hay momentos en la vida en los que la única manera  de salvarse es muriendo o matando".

Esa frase me impactó, yo me salvaría matando, no le iba a dar esa satisfacción y mi mirada quedó perdida en el horizonte, como si estuviese esperando una respuesta...
Fue entonces cuando le vi.



Era alto, moreno, tostado por el sol, con un bañador tipo boxer de color rosa. Llevaba gafas de sol y acababa de salir del agua, porque sus rizos aún goteaban. Escudada detrás de mis nuevas gafas de sol, recreé mi vista con aquel Adonis, descaradamente.

Estaba con un grupo de jóvenes, pero ninguno tan guapo como èl, todos sus gestos cuando hablaba, cuando se tocaba el pelo, cuando cogía un vaso, todos, eran un espectáculo para no perder detalle, incluso había veces que parecía que me miraba, que se estaba exhibiendo para mi, pero sólo era una sensación fugaz, que fue directamente descartada por inverosímil.

De pronto vi como se despedía del grupo con el que estaba, hasta otro día y se dirigía directamente hacia mi. Se plantó delante con mucha chulería, dejando el sol a su espalda mostrando una silueta impresionante. No estoy segura, pero creo que me quedé con la boca abierta, lo que es seguro es que no fui capaz de articular una sola palabra mientras le miraba embobada y sin reaccionar.
Se sentó a mi lado sin ser invitado, no necesitaba invitación, yo creo que este chico no lo necesitaba para ser bien recibido en cualquier sitio, yo no había visto nunca a nadie tan seguro de si mismo.
Se acercó más a mi, con la mano derecha levantó mis gafas y con una voz sensual y muy calmada me dijo:

_ Lo sabía, tienes los ojos como mi mar, no se te ocurra volver a mirarme con las gafas puestas.

Al oír aquello, una frase resonó de nuevo en mi cabeza "muriendo o matando", "muriendo o matando". Entonces lo vi claro matando.

Lejos de amilanarme, le quité sus gafas y con gran sorpresa vi los ojos claros màs bonitos que he visto nunca. De un color indeterminado, no eran verdes, ni azules, eso si, claros y transparentes como el agua. Solté las gafas en la mesa, y seguí mirando aquellos ojos.

Hablamos un rato sin tratar de entendernos, daba igual lo que salía de las bocas, era más importante lo que decían nuestros ojos.

Se levantó, me cogió de la mano y nos dirigimos a la playa. Caminamos abrazados durante un buen rato hasta llegar a unas rocas donde se escondía una pequeña cala, un lugar de película, la cala perfecta, la que todo el mundo dibujaríamos para describir el paraíso. 

Se puso frente a mí, soltó el nudo de mi pareo, me quitó las gafas y la pamela dejándolo todo junto con sus gafas en un montoncito a un lado. Me cogió en brazos y nos metimos en el agua.

Yo no sé nadar muy bien y aunque hubiese sabido, no me hubiese soltado nunca. Cogió mi cara entre sus manos y me besó. ¡ qué beso! Un beso dulce con sabor a mar, nunca ni de lejos me habían besado así antes. Ni sabía que existiesen  besos así. Le exigí más, pero èl paró y me llevó nadando. 



Llegamos hasta unas rocas, que se cubrían de agua con cada ola, para después dejarla ir, en un movimiento sin fin. Me encaramó en una de ellas antes de subir él. Yo era una muñeca entre sus brazos, con una habilidad asombrosa me quitó el bikini y aún no sé en qué momento se quitó su bañador  pero lo que pasó desde ese  momento, no lo había soñado ni en el mejor de mis sueños.

Allí tumbada en aquella roca, con el sol caldeando mi piel, y el agua jugueteando con mi cuerpo en cada embestida me proporcionaba una sensación muy agradable. 

Suavemente apartó  el pelo de mi cara colocando los mechones cuidadosamente sin dejar de mirarme a los ojos.

Comenzó a besarme, primero los ojos, despuès la nariz, no dejó nada de mi rostro sin probar hasta llegar a mi boca,  entonces fue cuando le probé yo a él, sus labios rozaban los míos mientras con sus manos suavemente acariciaba mi cara, nunca había recibido tanta ternura, nadie me había transmitido tanto con un solo gesto. Mis labios buscaban los suyos con deseo, ávidos de su sabor, casi con desesperación por volver a probarlo. 



Con una sonrisa, al ver mi mohín por no conseguirlo, buscó mi cuello para seguir besándome, mientras de mi boca, se escapaban pequeños gemidos que le animaban a seguir, aunque no estoy segura de que necesitase que le animaran.

Cada beso era una descarga de deseo en mi  cuerpo que le pedía más y más y él ya obedecía dándome todo lo que pedía, con su boca, con sus manos, buscando hábilmente como darme placer y en verdad era un experto.

Mi cuerpo se  convulsionaba a su ritmo, y yo me dejaba llevar, no quería que parase, por primera vez en mucho tiempo me sentía viva.

Con su mano en el centro de mi deseo, sus dedos jugando y abriéndose paso entre mis humedades mientras, mis gemidos aumentaban y las olas del mar nos mojaban y marcaban el ritmo al acariciar la roca suavemente y acariciándonos sin pausa.

Su boca seguía recorriendo mi  cuerpo con avaricia, ansioso por recoger toda mi esencia y sabía cómo hacer que mi deseo fluyera desde todo mi ser y explotase de placer una y otra vez sin tregua. Sus labios y sus dientes jugaban con el culpable de toda aquella explosión de desèo que sentía.
Mis gemidos se convertían en gritos para acabar en apagados jadeos  cuando mi placer se licuaba y se iba con la siguiente ola. 



Deseaba que penetrase en mí con toda su fuerza y estaba más que listo para ello.

Sentí como se deslizaba suavemente, tomando posesión como dueño y señor de la morada que con tanta dedicación había preparado para su llegada y estaba más que lista para recibirle.

Llegaba hasta el fondo y seguía entrando y saliendo con un ritmo frenético, hasta que con un gemido ahogado y dulces espasmos dejamos escapar al unísono toda la pasión desatada, cayendo laxo encima de mí, abrazándome mientras recuperábamos el aliento. 

Sentí como una mano me rozaba la mejilla, fue entonces cuando desperté.

Mi apuesto amante seguía con sus amigos frente a mi. La mano pertenecía a Javier, que se veía muy enfadado, lo que me hizo volver a la realidad en un instante. Le aparté de mi vista con un empujón, me levanté con paso firme hasta  mi Adonis,  sujeté su cara con mis manos, le besé como él me había besado momentos antes y me respondió. 



Le di las gracias ante su perplejidad y la de todos sus amigos y como si supiese de qué iba todo aquello, sonrió como solo él sabía hacerlo. Le quité las gafas y allí estaban aquellos ojos.
Todo podía ser posible.

Me marché sin mirar atrás. Me trasladé a otro hotel, mis vacaciones y mi nueva vida comenzaron en ese instante.


Isabelle Lebais.

lunes, 18 de agosto de 2014

SI EL AMOR DUELE...

Fue una velada deliciosa, habían salido a cenar como tantas otras veces y volvían abrazados disfrutando de la hermosa noche de verano.
Romeo y Alexia llevaban muchos años juntos, prácticamente toda la vida. Se conocieron en el instituto y de una gran amistad surgió el amor.
Vivían en un pequeño acogedor y muy agradable.
Llegaron a casa con una animada charla entre risas y aspavientos que provocaron sonoras carcajadas mientras abrían la puerta.
Romeo se acordó de pronto del encuentro que tuvo aquella misma mañana con Javier un amigo común del Instituto con el que los primeros años formaron un trío inseparable,después la Universidad y la vida, les distanció.
Javier estudió química y terminó trabajando en un importante laboratorio de investigación. Hacía tiempo que no se encontraba con él, hasta esa misma mañana.
−Tuvo un comportamiento extraño, decía cosas incongruentes y repetía las cosas una y otra vez sin sentido aparente. Se puso muy pesado hasta que consiguió que subiese a su casa y tomase un vino. Era elaborado por él mismo y se sentía muy orgulloso de ello.
−Me pasó a mi lo mismo. Hasta que no tomé el vino no paró y no era nada del otro mundo.
Dijo Alexia divertida.
−Me repitió hasta la saciedad una frase...
−¡sii! A mi también
Y los dos entre risas repitieron la frase, mientras preparaban un café y estallaba en una carcajada.
−¡si el amor duele, no es amor!
Y se sentaron en la mesa uno frente a otro mirándose a los ojos lanzándose un beso al aire.
Romeo se levantó hasta el cajón de los cubiertos y rodeó la esquina de la mesa y se plantó ante ella. Extendió la mano izquierda y le levantó la barbilla.
Con la mano derecha y con un golpe certero le clavó un tenedor en el ojo. Alexia no gritó ante la sorpresa se limitó a abrir el ojo que le quedaba sano y mirarle fijamente con un gran interrogante en el rostro, mientras con una mano se limpiaba el líquido viscoso que resbalaba por su cara.
Romeo se acercó más a ella y con una servilleta comenzó a ayudarla, con mucho esmero tapando la cuenca vacía y desincrustando el tenedor. Ella se dejaba hacer sin dejar de observarlo. Cuando hubo terminado acercó su boca a los labios de ella para besarla.
Ella abrió su boca para recibirlo y le devolvió un beso con mucha pasión, los labios se buscaban, los dientes chocaban con furia, las lenguas se entrelazaban formando sólo una con una desesperación enfermiza.
Alexia atrapó con sus dientes la lengua de Romeo y sujetàndola con fuerza dio un fuerte tirón  arrancàndosela de cuajo, sacando a su vez parte del esófago, que quedó colgando de sus dientes, retorciéndose como una serpiente atrapada por la cabeza.
Romeo no dijo nada, ya no podía, pero tampoco podía dejar de mirarla como escupía aquel trozo de carne inerte que colgaba de su boca y lo deposita en el cubo de la basura, en el apartado de basura orgánica al igual que se lo había visto hacer miles de veces al recoger la cocina.
Él se limpió el chorro de sangre que emanaba de su boca, se quitó la camisa para meterla en la lavadora.
Se acercó a su mujer atrayendola hacia él, en un cálido abrazo que ella aceptó de buen grado aferrándose a su cuello con todas sus fuerzas. Èl con sus fuertes brazos la alzó, como si se tratase de un bebé y se dirigió con ella a la habitación.
Encendió la luz, le apartó el pelo de la cara acariciandola con mucha ternura, ella le sonrió y con un impulso rápido y seco, la lanzó por la ventana. Ella lejos de gritar, oasustarse, se aferró más a su cuello, haciendo que perdiese el equilibrio y cayese con ella en un abrazo mortal.
Al día siguiente los titulares en los periódicos decían lo siguiente:
"Aparecen los cuerpos de dos jóvenes abrazados en la acera de su edificio. Según fuentes policiales y después de las primeras investigaciones, tras el brutal y sádico asesinato, se sospecha de una banda de sanguinarios Albano−kosobares, expertos en torturas, aunque aún se desconoce el movil, podría tratarse de un ajuste de cuentas ya que no fue forzada la entrada a la vivienda."
Los vecinos no daban crédito a lo que había sucedido  y no dejaban de repetir:
━Se querían tanto.. y eran tan normales...
Javier con el periódico en la mano caminaba por la calle con un soniquete interminable en el que repetía sin parar:
−− si el amor duele no es amor, si el amor duele no es amor......


domingo, 25 de agosto de 2013

UNA LEYENDA












             El ascensor se paró y cuando las puertas comenzaron a cerrarse, una mano se introdujo entre las dos hojas, que retrocedieron rápidamente, y con una grácil pirueta un joven se plantó en mitad, con un fuerte impulso que hizo que mi cabeza chocase con la pared posterior del elevador, comenzando una caída grotesca e irremediable hacia el suelo.
Todo sucedió a cámara lenta, y lo que fueron unos segundos, se convirtieron en muchos minutos.
No sé qué cara puse pero si vi la de él. Era una mezcla entre sorpresa, susto, dolor e incluso pena, al verme caer de aquella forma tan aparatosa.
El ascensor seguía elevándose mientras yo intentaba aferrarme a algo para levantarme dando manotazos al aire sin conseguirlo.
Él lanzó sus manos para intentar sujetarme y lo único que consiguió fue agarrar mi precioso vestido de lino abotonado de arriba a abajo, que se rasgó dejando al descubierto toda mi ropa interior: Un coqueto conjunto de color turquesa.
Al ver lo que estaba pasando, mis ojos se abrieron saliéndose de las órbitas, dejando de dar manotazos y sujetando lo poco que podía salvar de mi vestido y de mi dignidad.
Por fin caí al suelo quedando sentada y mirando a mi agresor que pasaba su mirada desde mi cara a su mano, donde tenía mi vestido destrozado, y tan sorprendido como yo.
Era una situación surrealista y absurda. De pronto su mirada se quedó fija sobre mí. Miré hacia donde enfocaba sus ojos y vi que uno de mis pechos se había salido del sostén y se exhibía orgulloso, como si estuviese asomado a un balcón, con su rosada guinda señalando con descaro, oteando el horizonte y muy orgulloso de su hazaña.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente y todo el susto se fue transformando en vergüenza y azoramiento.
El pobre no había articulado palabra, ni yo tampoco, solo leves gruñidos y ruidos sin significado coherente pero que no necesitaban traducción.
Ahí estaba yo, sentada en el suelo, solo con mi ropa interior, un pecho al aire y mi cara a la altura del paquete de mi agresor, que parecía que tuviese vida propia, puesto que cada vez se hacía más y más grande, llegando a tocar mi frente.
Intenté levantarme, para lo cual me aferré a sus nalgas, y cuando intenté levantarme, el ascensor se paró en algún piso, ya ni recordaba donde estábamos.
Con la inercia, quedé de rodillas frente al muchacho que intentaba sujetarme por los brazos  para levantarme y que al caer de nuevo, se soltaron sus manos quedando sobre mi cabeza.
El ascensor paró, estábamos en el piso diecisiete, la redacción del periódico.
Una redacción abierta donde desde cualquier escritorio se podía ver la puerta del ascensor.
Las puertas se abrieron. Primero dos cabezas, después cuatro y en menos de un minuto toda la redacción estaba en silencio mirando hacia nosotros dos. La escena era indescriptible.
Él de espaldas a la gente, con mis manos en su culo y las suyas en mi cabeza, el vestido, el bolso y el portátil en el suelo, al apartarse la cosa no mejoró, yo en ropa interior, con un pecho fuera y de rodillas frente a un abultado paquete, que ya casi pedía socorro intentando salir de su prisión.
Yo quería morirme, desaparecer en ese mismo instante, ser tragada por la tierra o que el ascensor cayese en caída libre hasta el sótano, para que fuese una muerte rápida, y morir habiendo sido una leyenda, porque aquello se convertiría en todo un acontecimiento con un final  muy digno.
No sucedió nada de lo que yo deseaba y seguro que mi acompañante pensaba algo parecido.
Como pude me puse en pie, metí mi explorador pecho en el precioso y pequeño cubículo, de dónde no debería haber salido, mi agresor recogió mi vestido del suelo y con muy poco arte intentó taparme con él, no consiguió hacer nada, así que se lo quité de las manos y me lo puse de pañuelo por el cuello, echándolo hacia atrás como sí se tratase de una estola. Su cara de sorpresa y una mirada cómplice hicieron el resto.
Se agachó a recoger mi portátil y mi bolso, que se colgó de su hombro y me ofreció su brazo para salir de allí enhebrados, como si fuésemos a entrar en una recepción en palacio, y de esta guisa recorrimos toda la redacción tan dignamente como pudimos, pasando ante los estupefactos ojos de los que allí se encontraban.
Llegamos hasta el despacho del director, delante de cuya puerta nos paramos,  para leer lo que ponía en la inscripción.



Esther Medina
Directora


Así fue mi primer día en mi nuevo trabajo como directora en el periódico y como conocí al que más adelante sería mi novio y consejero.

viernes, 23 de agosto de 2013

¿ SU FANTASÍA?








Cuando entramos en el piso, en la misma puerta tenía preparado un pañuelo de seda, que sin decir ni media palabra me colocó en los ojos, para que no viese nada.
No me hacía demasiada gracia ese juego, pero se le veía tan entusiasmado con todos los preparativos que había hecho, que le dejé hacer.
Me agarró por los hombros y con mucha suavidad me dirigió hasta el centro del amplio salón y con sumo cuidado me sentó en una silla.
Entonces me di cuenta del agradable olor que inundaba la habitación y que antes no había percibido, olía a vainilla.
El dulce olor que me evoca a él, a la suavidad de su piel, a momentos íntimos de pasión, caricias y que con su simple presencia hace que todo mi cuerpo  despierte y le desee.
Se lo dije, y con un susurro que me sorprendió, porque no me había dado cuenta de que estaba detrás de mi, me pidió silencio y que no me moviese de la silla, a lo cual accedí, no sin antes intentar protestar, pero solo fue un intento, puso su dedo en mis labios y no pude decir nada. Me empezaba a divertir la situación.
Intentaba adivinar donde se encontraba, porque oía sus pasos como se acercaban y se alejaban de mi. Esa sensación de incertidumbre, de no saber cuando me iba a tocar, unido al aroma de vainilla, me estaba empezando a poner nerviosa, y muy expectante.
Iba y venía, cada vez que pasaba a mi lado me daba un beso en un hombro, en el otro, en el cuello, en los labios, que yo trataba de que se alargase en el tiempo, intentando atraparlo con todas mis fuerzas, entonces me decía susurrando que me iba a atar las manos si seguía así. Yo me quedaba quieta.
Sentí como iba a la cocina, y como trasteaba en la nevera, con los cubiertos, con los vasos… pero no decía nada. Puso música, nuestra canción favorita, y entonces deseé que se acercase y que me abrazase para bailar, pero no sucedió.
Se acercó, me dio un beso fugaz en los labios, con sus labios calientes y acto seguido me acercó una cucharilla con helado de limón, el contraste me sorprendió, frío y ácido frente a la calidez de sus labios, era delicioso. Alternaba uno y otro y yo lo esperaba con verdadero deseo. Primero helado, luego un beso, helado y …. un beso de cava!!.
De sus labios calientes cayó cava frío, que ante la sorpresa inicial rebosó y cayó por mi escote, esa sensación del frío recorriendo mis senos, la música, el olor a vainilla, su respiración cada vez más agitada al ritmo de la mía, acabó con el juego de los sabores y empezó el juego del deseo, en el suelo.
Nuestros cuerpos pedían a gritos estar juntos, humedeciéndose, preparándose para ser solo uno, y comenzó a beberse el cava de mi cuerpo, buscando en todos los rincones donde se escondía el frío líquido al caer, cada vez que intentaba beberlo de su boca, sin mucho éxito.  Eso si, no me quité la venda, el efecto sorpresa, me estaba gustando tanto que seguí con ella puesta y, aunque no era parte del juego, logró sorprenderme con sus exploraciones sorpresa…
Fue impresionante, los lugares increíbles en los que se puede esconder un líquido y que con un simple roce de su boca, me hacía  gritar de placer, casi me vuelvo loca, los gemidos se volvieron gritos y la explosión de pasión y de deseo fue casi agónica, cayendo los dos extenuados, con la respiración entrecortada y sin apenas aliento. Espectacular.
Fue una noche inolvidable, solo por la mañana, cuando despertamos abrazados, al darle los buenos días con un beso, de su boca salió un reproche.
Estuvo toda la mañana de compras, eligiendo diferentes sabores, texturas y alimentos para realizar su fantasía, ( le encanta nueve semanas y media ) y solo con dos cositas...
Por la noche, cuando él llegó, yo estaba en la silla sentada en la mitad del salón con los ojos vendados,  y … olía a vainilla.
No vi su expresión al verme, pero me la imagino.