Esta soy yo, son mis pensamientos, mis ilusiones, mis sueños en definitiva, os presento mi mundo, que espero que os guste y seáis muy felices en mi pequeño rincón de la fantasía y la magia...

sábado, 7 de abril de 2012

AMIGAS DE CORAZON

Era noche de jueves, las dos amigas habían quedado para salir, se habían llamado por la tarde y aunque a Rosalía no le apetecía mucho salir, Rebeca con su poder de persuasión la convenció, prometiéndola que hoy iba a ser su noche, que hoy sería ella la que disfrutaría, que hoy mandaba ella . Así que allí estaban las dos amigas en el cuarto de baño de Rebeca preparándose y maquillándose, para su noche de fiesta. Desde la cocina, Rosa, la madre de Rebeca oía las risas de las dos adolescentes, y las envidiaba en silencio, mientras preparaba una cena fría para que las dos muchachas cenasen algo antes de salir. Tenían 18 años y las dos eran unas auténticas bellezas, una de ellas rubia, Rebeca, típica belleza nórdica ojos azules, tez blanca casi transparente y Rosalía una morena latina con rasgos occidentales, y unos enormes ojos verdes. Allá donde iban llamaban la atención, además de por lo que era visible, porque siempre se estaban riendo, parecían dos niñas y la gente cuando las veía sonreía, porque emanaban felicidad. Rosa seguía preparando la cena pero su semblante era más serio que en los momentos anteriores, cuando las oía reírse y era porque estaba recordando lo mal que lo pasó Rebeca hace unos meses cuando su novio, Nicolás, la dejó sin más y sin una explicación. Su niña, su hermosa niña se hundió, cayó en una depresión y se sumió en una profunda tristeza de la cual no parecía que iba a salir nunca, pero, milagrosamente, conoció a Rosalía, y todo acabó, ella volvía a ser la niña alegre que era hasta entonces o mas incluso. No salían con nadie más, siempre iban las dos solas, no tenían citas, pero iban y venían de las fiestas muy contentas, no necesitaban a nadie más, la gente empezaba a murmurar pero a Rosa no le importaba su hija era feliz y ella quería que todo siguiese así, no soportaría volver a ver los ojos de su hija sin vida como meses atrás ahora volvía a ser feliz y si su hija era feliz, ella también, ya que era lo que más le importaba en este mundo. Las dos amigas llegaron a la cocina en el momento justo que Rosa había terminado, venían realmente hermosas, les había llevado horas arreglarse, pero el resultado era espectacular y no dudó en silbar cuando aparecieron las dos, a lo cual se sumó el padre de Rebeca que acababa de llegar en ese mismo momento. Las dos llevaban minifalda, una en negro y la otra en verde, con sus tops y chaquetas a juego, estaban muy bien conjuntadas, parecía una el complemento de la otra, las dos eran una sola, ese extraño pensamiento pasó por la cabeza de Rosa al mirarlas de arriba a abajo, pero no le dio la más mínima importancia. Las dos cenaron, y se disponían a salir, llevaban un bolso enorme cada una, sería la moda ahora, pensó el padre pero parecían realmente pesados, se lo comentó y las dos se rieron explicando que ahora se llevaban así que quien sabe lo que podrían necesitar; se pintaron los labios cogieron las llaves del coche y cerraron la puerta detrás de ellas. Fueron a un bar, en la otra punta de la ciudad, era el punto de reunión de adolescentes de su edad de aquella zona muy alejada de su ambiente normal, habían oído hablar del sitio en el instituto y no lo pensaron dos veces, allí se presentaron las dos a lucir palmito. Cuando abrieron la puerta, y empezaron a recorrer el bar, todos los muchachos que había allí sin excepción, las miraron, eso les encantaba. Se sentaron en una mesa y pronto los dos chicos más guapos se sentaron con ellas, para disgusto de las demás chicas que allí estaban. Tontearon y se rieron muchísimo, eran un poco mayores que ellas, eso les gustaba aún más y cuando se levantaron para ir a bailar ellos las acompañaron y se fueron los cuatro juntos. Los chicos estaban encantados, fue muy fácil ligar con ellas eran las chicas más guapas que habían visto y encima eran divertidas y simpáticas ¡ que mas querían!. Se montaron en el coche de ellas, Rebeca conducía, Rosalía iba detrás con el chico que había elegido, pues se los repartieron sin contar con ellos, total les daría lo mismo una que otra, y hoy le tocaba divertirse y mandar a Rosalía. Pusieron música de moda en el momento, y acabaron todos cantando, al final decidieron que no irían a bailar, cambiaron de rumbo y se dirigieron a la playa, hacía muy buena noche y la temperatura invitaba a darse un baño, idea que encantó a los dos chicos, quienes se miraban de vez en cuando orgullosos de que esta noche habían “pillado” como decían ellos. Llegaron a la playa, bajaron del coche, mientras los dos chicos hablaban y cuchicheaban entre ellos llevándose las manos a los bolsillos, para ver si habían llevado preservativos y estar listos para lo que se avecinaba, ellas dos estaban asomadas a sus enormes bolsos buscando y colocando lo que había dentro, se oía como se reían. Ellos no terminaban de creérselo, entonces todo sucedió muy rápido…. Rebeca sacó algo cuadrado de su bolso, se acercó a los chicos y les dio sendas descargas, la sorpresa fue mayúscula, la cara de asombro que pusieron los dos cuando cayeron al suelo paralizados fue indescriptible, era una mezcla entre susto, asombro, sorpresa, miedo, y… algo de terror??.... Ellos estaban tumbados en la arena, pero solo podían mover los ojos y las miraban asustados, ellas los incorporaron los colocaron mejor, querían que viesen todo lo que iban a hacer, se empezaron a quitar la ropa, poco a poco, ellos se relajaron, lo poco que podían relajarse, los ojos dejaron de moverse, para fijarse en ellas, mientras se quitaban la ropa y con mucho cuidado la iban apartando y colocando en una bolsa, hasta quedar desnudas, fue entonces cuando se acercaron a ellos, cada una a uno, Rosalía empezaría el macabro juego, y Rebeca le seguiría, ellos más que miedo se sentían confusos, no sabían que estaba pasando, nada de aquello tenía sentido, parecía una película pero aun no sabían de qué tipo de película iban a ser los protagonistas, pero pronto se dieron cuenta, en cuanto vieron el pequeño bisturí que Rosalía llevaba en la mano, entonces supieron que era lo que iba a pasar, aunque ni se acercaron a lo que realmente iba a suceder, el final iba a ser el que ellos se temían. Rebeca, estaba en un segundo plano, y observaba muy atentamente a su amiga, pidiéndole que hoy le sorprendiera. Rosalía, se acercó al chico, se puso de rodillas ante él muchacho, los ojos de él salían de las orbitas ella muy hábilmente, le arrancó toda la ropa y cuando estaba desnudo pasó muy limpiamente el bisturí desde la tráquea hasta el ombligo, como marcando una delgada línea, los ojos de él estaban gritando, pero… a los ojos no se les oye, aunque lo que aquel muchacho sentía se veía perfectamente, nunca unos ojos habían contado tan bien el miedo que tenía y la desesperación, por ver que iba a morir y no podía decir ni hacer nada la impotencia y el gran interrogante, ¿por qué?…. De la delgada línea empezó a manar sangre, un pequeño hilo de sangre y poco a poco la piel se fue  abriendo, hasta dejar al descubierto todo su interior, se abrió lentamente, como una cremallera y de la hendidura comenzaron a salir los metros y metros de intestino que se iban desparramando hacia los lados, parecía que tenían vida propia, se movían como los tentáculos de un pulpo y escapaban del pequeño habitáculo donde habían estado aprisionados, parecía un nido de serpientes escapando de un agujero. Todos tenían la mirada fija en aquel espectáculo, dos mirando horrorizados y las otras dos, con una mirada entre fascinación y curiosidad, por muchas veces que lo habían visto ya, no se acostumbraban les parecía fascinante y disfrutaban con ello. El olor era nauseabundo, pero no era lo que más importaba ahora, a eso se iban acostumbrando y ya estaban preparadas para ello. Él veía todo lo que estaba sucediendo horrorizado e impotente porque no podía hacer nada, se estaba volviendo loco, parecía una broma macabra, pero no, no era una broma era de verdad y acabó desmayándose. La víctima aún no estaba muerta, de eso estaban seguras, porque su corazón seguía latiendo a buen ritmo, se veía perfectamente porque había quedado al descubierto también, allí estaba el potente músculo brillante y fuerte bombeando la sangre que no corría por las ventanas y arterias, sino que salía con fuerza como una fuente cada vez que se contraía y dilataba a un ritmo infernal. Ellas lo miraron fascinadas casi con éxtasis. Entonces Rosalía volvió a la realidad se acercó, acarició el potente órgano con suavidad para sentir aquellos últimos latidos. metió su mano lo agarró con fuerza, y muy hábilmente lo separó del cuerpo sacándolo y enseñándoselo a su amiga como un trofeo, con todas las manos y los brazos ensangrentados mientras el corazón siguió latiendo durante unos instantes y se paró. Las dos amigas gritaban y saltaban, como si hubiesen logrado la mayor hazaña de su vida y cuando el corazón dejó de latir, lo agarraron entre las dos y recitaron una frase, al unísono. “Jamás volverán a romper nuestro corazón“ Y estallaron en sonoras carcajadas. Pasados unos minutos, le tocaba el turno a Rebeca, ella debería hacer lo mismo, pero tenían que esperar, no demasiado, por si se pasaba el efecto, pero si estaba desmayado no tenía gracia así que, esperaron a que volviese en sí, y con la misma parsimonia y el mismo terror del chaval, con la diferencia de que él si sabía lo que iba a pasar, hizo el mismo ritual, con el mismo final, y la misma frase gritada al unísono. “Jamás volverán a romper nuestro corazón “ Arrastraron los cadáveres unos metros hasta el agua, lo tenían todo muy bien estudiado, la marea se encargaría de ellos, aparecerían meses después en algún lugar a miles de kilómetros, alguno no había aparecido aún, y otros aparecían en países del otro lado del océano. Recogieron las ropas de los muchachos, y prendieron una hoguera, se dieron un baño a la luz de la luna, para quitarse todo resto de sangre, se secaron al calor del fuego, se vistieron y regresaron al coche, pusieron su música favorita, y se pusieron a cantar, llegaron a casa felices y contentas, hoy dormirían en casa de Rebeca, tenían que comentar la noche y hablar de sus cosas, como hacen las buenas amigas. Rosa y su marido las oyeron llegar oyeron sus risas y lo animadas que venían y dieron gracias a Dios de que habían regresado bien y por que fuesen así de felices mucho tiempo. Pronto, iban a saber que a la niña no se le puede llevar la contraria… ISABELLE LEBAIS

2 comentarios:

  1. ¡Me cachis en la mar, chiquilla! ¿te pasaste al bando de los malos, tipo, Ana?¡Joer, pocas ganas tenía de ligar con desconocidas pero ahora... na de naaaaaaaa!! ¡¡Terrorífico y sanguinario a más no poder!!

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  2. jo se te quitan las ganas de ligar,jajajajajaja

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vuestras opiniones me importan y mucho...graciassss